Las noticias procedentes de Flint, Michigan, en las últimas semanas deberían entristecernos y enfurecernos a todos. Nuestros corazones están con los niños y las familias que han sido envenenados por el suministro de agua contaminada que abastece sus hogares, escuelas y negocios. Pero ante esta calamidad medioambiental, la compasión es insuficiente. Deberíamos estar enfadados. Muy enfadados.
Flint es una ciudad que ha pasado de ser un floreciente centro manufacturero a una comunidad en gran medida olvidada, lastrada por la deuda, el desempleo y unas infraestructuras en ruinas. En 2014, sus habitantes, en su mayoría jóvenes, pobres y de color, se vieron obligados a cambiar el suministro de agua al río Flint. A las pocas semanas del cambio, los residentes de la ciudad se quejaron de la calidad del agua. Trágicamente, sus quejas fueron ignoradas una y otra vez por los administradores y responsables políticos locales y estatales.
Sería fácil considerar esta crisis como algo poco frecuente en Estados Unidos o un simple aunque trágico ejemplo de mala gestión gubernamental. Sería un error. La historia nos dice que las comunidades pobres y las comunidades de color son a menudo víctimas de una negligencia deliberada cuando se trata de riesgos medioambientales. El envenenamiento por plomo sigue siendo un problema en las comunidades afroamericanas y latinas de todo el país. En 2014, por ejemplo, casi 1.000 niños menores de seis años dieron positivo por envenenamiento por plomo en la ciudad de Nueva York. Muchos de esos niños son negros y latinos.
Pero los problemas no se limitan a la intoxicación por plomo. Tan preocupantes como las altas tasas de envenenamiento por plomo son las tasas de asma inducida por la contaminación y otros problemas que aquejan a las comunidades de color en todos los Estados Unidos.
La verdad es que las malas condiciones medioambientales tienen un efecto desproporcionado en la salud de las comunidades de color. Esto es inaceptable. La intoxicación por plomo, el asma y otras enfermedades se pueden prevenir. Pero requieren inversión y supervisión por parte del gobierno. Esta semana nos ha complacido saber que el Presidente Obama ha incluido el Fondo para la Conservación de la Tierra y el Agua (LWCF) en su presupuesto anual. El Fondo, que Hispanic Federation ha estado luchando para proteger de los recortes presupuestarios en Washington, proporciona financiación crítica para apoyar los parques y otros espacios verdes que son esenciales para el ejercicio y la vida sana. Estos fondos son especialmente importantes para las comunidades pobres, donde los fondos privados suelen ser limitados y donde la necesidad de espacios verdes limpios y seguros es mayor.
Por supuesto, una ley no es suficiente. Como demuestra la crisis de Flint, los gobiernos locales y estatales tienen la responsabilidad de garantizar que todas las comunidades tengan acceso a agua potable limpia y segura, y que se cumplan normas medioambientales que no amenacen el sustento de las comunidades. No hay crisis presupuestaria lo suficientemente grande como para justificar que un gobierno ponga en peligro a sabiendas la salud de nuestros niños y familias.
Nos comprometemos a trabajar con muchos de ustedes -nuestros grupos miembros, organizaciones hermanas, socios financiadores y ciudadanos preocupados- para garantizar que alzamos continuamente nuestras voces y luchamos por la justicia medioambiental para nuestras comunidades marginadas. Juntos debemos trabajar para garantizar que lo ocurrido en Flint no vuelva a repetirse.