Ayer, una vez más, el presidente Trump trató de establecer una equivalencia entre las acciones de los neonazis y los supremacistas blancos con las de los contramanifestantes en Charlottesville, Virginia. Las declaraciones del presidente fueron incorrectas, insultantes y viles, y deberían preocupar y aterrorizar a todos los estadounidenses de buena conciencia.
Como líder debidamente elegido de Estados Unidos, ha tenido numerosas oportunidades de trabajar con diversas instituciones y comunidades para seguir construyendo una nación más justa, inclusiva y próspera. Y, sin embargo, a cada paso en estos últimos siete meses, el presidente Trump se ha apartado de la difícil pero necesaria labor de gobernar. En su lugar, ha debilitado a nuestra nación a través de sus ataques a inmigrantes, mujeres, afroamericanos, minorías religiosas, medios de comunicación, miembros de la comunidad LGBT y otros. Y ahora, en un acto casi increíble de oportunismo político y vergüenza, ha dado cobertura a los supremacistas blancos que se dedican al terrorismo y la intimidación para llevar a cabo su agenda racista.
Estados Unidos se enfrenta a una miríada de retos que requieren un liderazgo reflexivo. Tenemos que salvaguardar los derechos civiles, reformar nuestro sistema de inmigración, aumentar el acceso a la atención sanitaria, abordar la desigualdad económica, aplicar medidas para hacer frente al cambio climático y defender los derechos humanos en todo el mundo. Estas son tareas difíciles que requieren un Presidente que pueda liderar, inspirar y unir. En todos esos aspectos, el presidente Trump ha demostrado ser un fracaso estrepitoso.
Corresponde a todos los estadounidenses, independientemente de su afiliación política, hacer frente al racismo y la injusticia, aunque el Presidente de Estados Unidos no lo haga.